jueves, 26 de noviembre de 2009

Señor, Señor...

Nosotros pedimos, Tú nos das, nos das amor y gracia sin mezquindad. Ante tanto no puedo evitar sentirme pequeña y conmoverme hasta el punto que de mis ojos brotan lágrimas.

No me lamento Señor, estas lágrimas salidas desde el fondo de mi ser me renuevan y ante tanto sentir siento que no quepo en mí.

Tal tu grandeza, tal tu amor merecido por ser creación tuya, permíteme amarte como Tú me amas, permíteme mirar tu rostro Señor y sobre todo tus ojos, Señor quiero encontrarme contigo verdaderamente.

Aquí en la tierra te pido saber reconocerte, en mi hermano que sufre, en mi madre que me ama, en los amigos, en los enfermos, pero sobre todo en mi corazón.

Que mis sentidos estén bien puestos para escucharte con todo mi ser y responderte de la manera que dispones de mí en tu plan.

Gracias Señor, porque me cuidas y me respondes, porque derramas tu gracia en mí, Tú sabes de mis miedos, mis inciertos y desaciertos, de las pruebas constantes de la vida, de mis batallas vencidas y mis derrotas; no puedo ocultarte nada, porque si fuera así no tendría espacio en este mundo, te pido Señor un corazón manso y fuerte a la vez para anunciarte y hacer lo que tenga que hacer en el camino que me lleva a gozar de tu presencia.